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CURATORIAL

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RECONSTRUCCIONES IMPOSIBLES

El exilio, ya sea este voluntario o no, siempre se constituye como un evento violento en el devenir del sujeto. La experiencia del pueblo latinoamericano con la migración y el exilio, ha estado atravesada por una historia de violencia política e institucionalizada. En la mayoría de los países del cono sur, esta historia se materializo en la experiencia de las dictaduras y las desapariciones forzadas; el caso de Colombia fue diferente. Mientras en los países vecinos la violencia dictatorial se limitó a un par de décadas, en nuestro país, la historia personal de al menos tres generaciones ha sido manchada de una manera u otra por la sangre que se ha derramado durante medio siglo de conflicto interno. Esto ha producido, entre muchas otras cosas, una diáspora de los habitantes del país hacia los cuatro rincones del mundo. Cuando la experiencia de esta diáspora, la experiencia de la migración medio voluntaria, medio obligada, se vive durante los años de formación del individuo, siempre quedará en él una grieta identitaria. Esta grieta, no es sin embargo únicamente una herida en la subjetivivdad, también es un espacio limítrofe al interior de uno mismo, una incorporación de las fronteras, físicas y metafóricas, que cruzamos al ser migrantes.

La Frontera, el límite, es siempre esta doble potencialidad: barrera y caldo de cultivo. Negación de la diferencia y heterogeneidad productiva. Es en el espacio del límite, en el entre dos, donde la creación está siempre más activa, donde es más fértil. En ecología, esto se conoce como el “efecto borde”, este término se suele usar para referirse a los límites creados entre un ambiente natural y otro creado artificialmente por los seres humanos. La expresión se utiliza para referirse a un evento violento (la intervención humana en un ecosistema dado), se trata de la fragmentación de un hábitat, pero, contrario a lo que uno podría pensar, estas fragmentaciones suelen tener como consecuencia un aumento en la biodiversidad en vez de una disminución de la misma.

En el resultado del proceso creativo de Angela Pulido, podemos percibir esta misma fertilidad, producto de una vida atravesada por migraciones constantes. Desde el lugar que ella llama “tercer espacio” (third space), un lugar donde la memoria lucha por materializar un hogar que nunca pudo existir, Angela explora la construcción de espacios que no existen, espacios collage, fragmentados como los recuerdos de los desplazamientos espaciales y emocionales producto de la amenaza constante de la violencia en nuestro país.

 

 

Maria Adelaida Samper

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